LA PRENSA CENSURADA
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Me acercaba yo a la calle Amador de los Ríos para intentar llegar a un hombre que se manifestaba, tumbado en el suelo, afectado por su problema y el efecto de unos calmantes para atenuar su tremenda ansiedad. Nada más comenzar a sacar la cámara, se me acercaron tres policías nacionales, muy elegantes ellos, y me rodearon. Uno, el que no dejaba correr el aire, me preguntó escuetamente qué significaba lo que pretendía hacer. Yo, cámara en mano, mientras montaba el 16-35 mm, le comentaba mis intenciones, que no eran otras que retratar al hombre que había acampado frente a las puertas del ministerio.
Los nacionales, empeñados en no dejarme pasar, me pidieron la identificación de mi Medio y el D.N.I. mientras yo esperaba en la calle con otros dos elementos con porra y pistolita. Al rato, otro policía salía afuera en dirección al hombre tumbado y, supuestamente, le preguntó si permitía ser entrevistado por la prensa. A los pocos segundos el funcionario dio media vuelta y me dijo que el afectado se negaba a conceder entrevistas.
Guardé mis cosas, me fui de allí y cuando llegué al periódico, nos pusimos en contacto con el sindicato para enterarnos acerca de tal despropósito, ya que si alguien quiere manifestarse de lo que sea, es absurdo que no quiera dar datos de ninguna clase. Total, que nos enteramos que el policía no le preguntó nada, que era una burda mentira para no dejarme acceder al teniente, que estaba deseando poder hablar con la prensa.
Tuve que regresar de nuevo para poder llegar allí, donde Francisco estaba conversando con una compañera de EFE y, los policías que me negaron el paso, habían desaparecido. Al rato, dos de ellos salieron y, como si no supieran de qué iba el rollo, ¡se hacían los sorprendidos!, al igual que el que me mintió, que desde la puerta no dejaba de mirarme como diciendo: “te has salido con la tuya, pero me he quedado con tu cara”
Claro, con este tipo de cosas…¿quién se puede fiar de la policía? A la primera de cambio te miente y no te deja hacer tu trabajo, en fin. Menos mal que no todos son iguales.
El colmo: ¡han llegado a cortar la calle para que nadie llegue a este señor! Lo han hecho ayer y lo han vuelto a hacer hace un rato. ¡Qué maravilla y qué buen rollo, verdad?