YA NO SUENA EL “CHIN-CHIN” EN GUZMAN EL BUENO
Publicado: 19 Mar 2007, 21:20
Los generales lucharán para evitar que la Guardia Civil deje de ser militar
Los mandos de la Guardia Civil crean un grupo de presión para luchar contra la desmilitarización
J. M. Pérez. Madrid. Los generales de la Guardia Civil han perdido una batalla muy importante, pero no están dispuestos a perder la guerra y quieren dejarse la piel en el campo, en la lucha cuerpo a cuerpo. Están convencidos de que es el reto más importante al que se está enfrentando la Guardia Civil en sus más de 160 años de larga historia.
Hasta ahora habían logrado frenar todos los intentos de los gobiernos progresistas para desmilitarizar el cuerpo. Los generales habían hecho piña y habían logrado salvar situaciones de auténtico riesgo. Pero ahora, con los proyectos de ley aprobados por el Gobierno de Zapatero el pasado viernes, y adelantados en primicia por este periódico, consideran que la casa verde está más en peligro que nunca.
“Si eliminas el arresto, ¡qué queda del carácter militar! Con estos proyectos sólo seremos militares cuando salgamos de España”, se quejan mandos del Instituto Armado.
Pero no bajan la guardia. Desde el mismo jueves por la tarde, cuando acabó la última reunión entre dirigentes del Ministerio del Interior, de la Guardia Civil y de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), un grupo de generales vio venir la reforma, atisbó en ciernes esta seria amenaza para la Institución y decidió convertirse en un grupo de presión con el fin de tratar de evitar que la Guardia Civil deje de ser lo que ha sido durante toda su historia y pase a convertirse únicamente en un cuerpo policial más, sin apenas diferencias con la Policía Nacional.
En esa primera reunión todos coincidieron, en primer lugar, en que, al igual que en el caso del asesino José Ignacio de Juana Chaos, el Gobierno de Zapatero y el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba habían cedido ante este nuevo chantaje, habían cedido ante otra presión. En este caso ante las movilizaciones de los guardias civiles de base.
Para los generales, que el Gobierno se bajó los pantalones con De Juana Chaos está fuera de duda. “Para evitar males mayores”, “por razones humanitarias”..., da igual el argumento que utilizaran, los mandos militares entendieron que Zapatero había cedido a la presión del asesino.
En la misma línea interpretan la aprobación de estos dos proyectos de ley (reforma del régimen disciplinario y carta de derechos y deberes). Recuerdan que el pasado mes de enero se plantaron en la calle varios miles de guardias uniformados exigiendo al Ejecutivo estas reformas.
La respuesta del Gobierno, según los generales, fue la adecuada: la apertura de expedientes disciplinarios a todos los que organizaron el acto de protesta. Se aplicó la ley, ya que ningún guardia puede manifestarse y menos con uniforme. También se abrieron expedientes a dirigentes de la AUGC por realizar declaraciones públicas posteriores a esta protesta en las que arremetían contra el Gobierno.
Los generales entendieron que el Ejecutivo iba a estar firme en sus decisiones. Pero también fueron conscientes de que el Ministerio de Rubalcaba no iba a poder actuar con tranquilidad si tenía enfrente, actuando en negativo, a la mayor asociación de guardias civiles, que asegura representar a más de 25.000 agentes en activo.
Los oficiales detectaron tras la manifestación intentos de acercamiento desde la secretaría de Estado de Seguridad a los dirigentes de la AUGC. También el director general de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, trató de acercarse a la AUGC. De hecho, cuando estaba trabajando en Mallorca, mantenía excelentes relaciones con el líder de la asociación, Juan Miguel Perpinyá.
Estos contactos provocaron inquietud entre los oficiales y jefes del Instituto Armado y dieron pie a las primeras reuniones. Pero nadie pensaba que finalmente el Gobierno cediera a la presión de la calle, que se plegara de mala manera a las pretensiones de esta asociación después de haberle echado el órdago en la calle. Pero de nuevo renació en La Moncloa el espíritu De Juana y se cedió a la presión.
El gran impulsor de esta nueva cesión ha sido el propio Zapatero que, tras la manifestación de enero en la plaza Mayor de Madrid, dio orden a su ministro para que arreglara el conflicto colectivo en la Guardia Civil y aprobara la nueva ley de Derechos y Deberes de los guardias civiles, que abre la puerta, al entender de los responsables máximos militares del Instituto Armado, a la desmilitarización como paso previo a la unificación de la Guardia Civil con la Policía Nacional.
Estos generales han entrado en contacto también con los generales de los tres ejércitos con el fin de que su grupo de presión sea más numeroso e importante y que el Gobierno les escuche.
Confían en que en la fase del trámite parlamentario puedan ganar algunas de las batallas abiertas que permitan mantener en esencia la estructura de la Guardia Civil. Pero su estado de ánimo no es precisamente positivo. Saben que tienen la guerra medio perdida. Pero quieren apurar el último aliento antes de enarbolar la bandera blanca de rendición ante el Gobierno. Saben que su lucha contra el ya bautizado como espíritu De Juana, el espíritu de la cesión política ante las presiones de la calle —siempre que no sean del PP o de las víctimas del terrorismo— o de las huelgas de hambre, es casi inútil.
http://www.negocios.com/gaceta/articleview/10073
Un saludo.
Los mandos de la Guardia Civil crean un grupo de presión para luchar contra la desmilitarización
J. M. Pérez. Madrid. Los generales de la Guardia Civil han perdido una batalla muy importante, pero no están dispuestos a perder la guerra y quieren dejarse la piel en el campo, en la lucha cuerpo a cuerpo. Están convencidos de que es el reto más importante al que se está enfrentando la Guardia Civil en sus más de 160 años de larga historia.
Hasta ahora habían logrado frenar todos los intentos de los gobiernos progresistas para desmilitarizar el cuerpo. Los generales habían hecho piña y habían logrado salvar situaciones de auténtico riesgo. Pero ahora, con los proyectos de ley aprobados por el Gobierno de Zapatero el pasado viernes, y adelantados en primicia por este periódico, consideran que la casa verde está más en peligro que nunca.
“Si eliminas el arresto, ¡qué queda del carácter militar! Con estos proyectos sólo seremos militares cuando salgamos de España”, se quejan mandos del Instituto Armado.
Pero no bajan la guardia. Desde el mismo jueves por la tarde, cuando acabó la última reunión entre dirigentes del Ministerio del Interior, de la Guardia Civil y de la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), un grupo de generales vio venir la reforma, atisbó en ciernes esta seria amenaza para la Institución y decidió convertirse en un grupo de presión con el fin de tratar de evitar que la Guardia Civil deje de ser lo que ha sido durante toda su historia y pase a convertirse únicamente en un cuerpo policial más, sin apenas diferencias con la Policía Nacional.
En esa primera reunión todos coincidieron, en primer lugar, en que, al igual que en el caso del asesino José Ignacio de Juana Chaos, el Gobierno de Zapatero y el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba habían cedido ante este nuevo chantaje, habían cedido ante otra presión. En este caso ante las movilizaciones de los guardias civiles de base.
Para los generales, que el Gobierno se bajó los pantalones con De Juana Chaos está fuera de duda. “Para evitar males mayores”, “por razones humanitarias”..., da igual el argumento que utilizaran, los mandos militares entendieron que Zapatero había cedido a la presión del asesino.
En la misma línea interpretan la aprobación de estos dos proyectos de ley (reforma del régimen disciplinario y carta de derechos y deberes). Recuerdan que el pasado mes de enero se plantaron en la calle varios miles de guardias uniformados exigiendo al Ejecutivo estas reformas.
La respuesta del Gobierno, según los generales, fue la adecuada: la apertura de expedientes disciplinarios a todos los que organizaron el acto de protesta. Se aplicó la ley, ya que ningún guardia puede manifestarse y menos con uniforme. También se abrieron expedientes a dirigentes de la AUGC por realizar declaraciones públicas posteriores a esta protesta en las que arremetían contra el Gobierno.
Los generales entendieron que el Ejecutivo iba a estar firme en sus decisiones. Pero también fueron conscientes de que el Ministerio de Rubalcaba no iba a poder actuar con tranquilidad si tenía enfrente, actuando en negativo, a la mayor asociación de guardias civiles, que asegura representar a más de 25.000 agentes en activo.
Los oficiales detectaron tras la manifestación intentos de acercamiento desde la secretaría de Estado de Seguridad a los dirigentes de la AUGC. También el director general de la Policía y la Guardia Civil, Joan Mesquida, trató de acercarse a la AUGC. De hecho, cuando estaba trabajando en Mallorca, mantenía excelentes relaciones con el líder de la asociación, Juan Miguel Perpinyá.
Estos contactos provocaron inquietud entre los oficiales y jefes del Instituto Armado y dieron pie a las primeras reuniones. Pero nadie pensaba que finalmente el Gobierno cediera a la presión de la calle, que se plegara de mala manera a las pretensiones de esta asociación después de haberle echado el órdago en la calle. Pero de nuevo renació en La Moncloa el espíritu De Juana y se cedió a la presión.
El gran impulsor de esta nueva cesión ha sido el propio Zapatero que, tras la manifestación de enero en la plaza Mayor de Madrid, dio orden a su ministro para que arreglara el conflicto colectivo en la Guardia Civil y aprobara la nueva ley de Derechos y Deberes de los guardias civiles, que abre la puerta, al entender de los responsables máximos militares del Instituto Armado, a la desmilitarización como paso previo a la unificación de la Guardia Civil con la Policía Nacional.
Estos generales han entrado en contacto también con los generales de los tres ejércitos con el fin de que su grupo de presión sea más numeroso e importante y que el Gobierno les escuche.
Confían en que en la fase del trámite parlamentario puedan ganar algunas de las batallas abiertas que permitan mantener en esencia la estructura de la Guardia Civil. Pero su estado de ánimo no es precisamente positivo. Saben que tienen la guerra medio perdida. Pero quieren apurar el último aliento antes de enarbolar la bandera blanca de rendición ante el Gobierno. Saben que su lucha contra el ya bautizado como espíritu De Juana, el espíritu de la cesión política ante las presiones de la calle —siempre que no sean del PP o de las víctimas del terrorismo— o de las huelgas de hambre, es casi inútil.
http://www.negocios.com/gaceta/articleview/10073
Un saludo.