Re: PP Preguntará A Rubalcaba Si Acabará Con Afiliación Poli
Publicado: 01 Nov 2009, 12:39
Organización de los sindicatos profesionales.
El sindicato profesional tiene vocación de liderar la mayoría social de los trabajadores en torno a un programa concreto y realista de reivindicaciones posibles. Sabe que la fuerza de una reivindicación esta ligada al porcentaje de asalariados que la apoyan y a la importancia o consideración que para la sociedad tenga la actividad desarrollada por estos.
La forma de aunar voluntades y ganarse la confianza de la mayoría para lograr su afiliación a un proyecto sindical se logra con la separación radical entre el ámbito personal y privado de creencias, ideas y formas de percibir las relaciones individuo-sociedad y el mundo de la actividad laboral y las relaciones laborales. De esta forma se garantiza que el compromiso con el sindicato se reduce a la defensa común de los intereses profesionales.
Siendo diversos los oficios y las actividades desarrolladas por los trabajadores y siendo habido grandes diferencias de unas otras no es de extraños que cada una de ellas tenga unos modos distintos de interrelación entre los que en ella y distintos grados de responsabilidad de unas a otras. Es conveniente, por ello, analizar las relaciones laborales de cada área de actividad separadamente, porque distintas son las problemáticas y distintas la naturaleza de los conflictos laborales. La organización del sindicato, si aspira a la eficiencia a de separar en su estructura interna los sectores de actividad y dedicar a cada uno de ellos un grupos de personas responsables de canalizar las reivindicaciones del sector.
Es prioritario para un sindicato profesional, al diseñar su estructura, saber distinguir de entre las diferencias existentes al comparar las relaciones laborales dentro de los distintos gremios, cuales son las que originan diferencias sustanciales tales que obliguen a un análisis separado del resto. Basándose a un discernimiento acertado de las diferencias el sindicato puede estructurarse con acierto por sectores de actividad. Notemos que el éxito de un sindicato profesional radica, justamente en esta estructuración por segmentos profesionales.
Superpuesta esta estructuración, la dispersión geográfica de los centros de trabajo y de los afiliados obliga a crear otra estructura de ámbitos territoriales. Esta otra estructura tiene, mas bien, carácter administrativo y soporta la burocracia (ordinariamente mínima) del sindicato.
La función esencial de la estructura sectorial de un sindicato es la de aunar los esfuerzos y estrategias reivindicativas en los asalariados (o al menos de los afiliados) de una área de actividad. E incluso, cuando en un mismo área se hay distintos oficios buscar la solidaridad y armonía entre las distintas profesiones para ayudarse mutuamente a mejorar las condiciones de trabajo, dentro del marco de lo posible y de lo razonable.
Aunque en toda organización social hay una estructura jerarquía y en los sindicatos, que también son organizaciones sociales, esta también es necesaria. Este principio de jerarquía en un sindicato profesional, que es una por naturaleza una asociación interpares, se basa en la autoridad ética de los dirigentes que les otorga la confianza del resto de sus compañeros. No puede ser de otra forma, porque la relación no es otra que la de sufrir un mismo tipo de conflictos y estar aunados en la voluntad común de solucionarlos.
Pero la eficiencia de la estructura no está solo en la confianza depositada en los rectores de la misma. Es necesario la preparación suficiente y la capacidad necesaria de los miembros de la jerarquía para ejercitar las funciones que les han sido encomendadas; esto es, para plantear y solucionar las reivindicaciones razonables y posibles con prudencia y oportunidad. Toda la actividad de la jerarquía se ha de realizar, siempre, con el mayor respeto a los principios inspiradores de los sindicatos profesionales, que es la única forma de mantener la confianza y cohesión del grupo de los afiliados.
Dinámica de los sindicatos profesionales.
Es ya momento de analizar el funcionamiento ordinario de los sindicatos profesionales, entendiendo por funcionamiento ordinario el desarrollo de su actividad organizativa y reivindicativa cotidiana. No vamos a realizar una historia de como han desarrollado sus actividades. Eso sería, quizás, lo más cómodo como análisis. Vamos a establecer el canon de funcionamiento más adecuado para satisfacer las expectativas de sus afiliados y de la sociedad a la vez de que aseguran la viabilidad futura de su proyecto, logrando la estima de la sociedad hacia su obra.
Analicemos, en primer lugar, la función socialmente necesaria del sindicato como canalizador de reivindicaciones.
Las tareas primarias de un sindicato profesional eficiente son: 1) el análisis objetivo de las relaciones laborales en los distintos ámbitos de la actividad laboral, 2) el discernimiento claro de lo que, dentro del contexto social en el que se desarrolla la tarea, puede ser considerado como injusto o lesivo para el asalariado y 3) la ponderación de los medios para resolver la situación conflictiva y de la oportunidad para la aplicación de los mismos.
Difícilmente se puede diagnosticar un daño sin un análisis externo del mismo, sin la subjetividad de juicio de quien no quiere ver más allá de sus intereses o egoísmos, o con los prejuicios de quienes quieren superponer su modelo social o su ideología a la realidad simple del conflicto. De ahí la necesidad de que el sindicato, que ha de actuar reivindicando soluciones, haga un diagnostico exacto de la situación conflictiva.
No siempre el conflicto surge por pretensiones legítimas. En ocasiones los egoísmos corporativista buscan ventajas socialmente injustas (piensen en las huelgas de pilotos, profesión bien considerada y mejor remunerada, como ejemplo de lo que antes hemos afirmado). Si el sindicato quiere obtener el máximo consenso social y con ello lograr mediar con la máxima eficacia en los conflictos de intereses laborales, es necesario que establezca claramente las situaciones de injusticia, de modo que cualquier individuo ajeno a la misma pueda mostrarse objetivamente de acuerdo.
Aún cuando las situaciones de injusticia existan no siempre se pueden aplicar los medios necesarios para subsanarlas. En ocasiones, hay que establecer prioridades en la resolución de las reivindicaciones, bien por que la sociedad no dispone de los medios necesarios para atenderlas, bien por evitar conflictos inmediatos entre distintos grupos profesionales, bien por poner en peligro la actividad económica del sector o de la sociedad.
La prudencia ha de actuar en el establecimiento de los calendarios de reivindicaciones y de los medios o modos que se han de emplear. Un ejemplo de inoportunidad en la acción lo han dado los sindicatos de clase con sus reivindicaciones -admitamos que justas- inoportunas durante la transición y en los años ochenta. Sus peticiones de cobertura social para los asalariados desembocaron en la ruina de muchas pequeñas y medianas empresas, creando con ello una importante bolsa de paro, como han reconocido algunos de sus dirigentes en privado o semipúblicamente. Hasta el punto que llego un momento en que los negociadores en los conflictos advertían a sus afiliados sobre los peligros de poner en riesgo la viabilidad de las empresas. En modo alguno puede un sindicato romper con su acción el equilibrio social sin daño para el bien común.
Las tareas primordiales antes enumeradas han de ir acompañadas de otras tareas complementarias. Parte de estas otras tareas se encaminan a la actuación y consecución de los fines reivindicativos del sindicato, mientras que otra parte de las mismas tiene por objeto el mantenimiento y cohesión de su propia estructura.
La acción negociadora, dialogante, flexible y no exenta de firmeza reivindicativa, es un distintivo esencia de los sindicatos profesionales. Su misión es la transacción entre los intereses en conflicto de asalariados y empleadores.
La acción intermediadora y, ocasionalmente, arbitral entre intereses contrapuestos de distintos gremios de asalariados, cuyo objeto es evitar las colisiones fratricidas de intereses entre los mismos trabajadores, es otra de las tareas -sumamente delicada- de la acción sindical.
Estas dos tareas pueden considerarse como ejes de la acción sindical, si a ellas unimos los esfuerzos encaminados a armonizar los intereses de los trabajadores con los intereses generales de la sociedad. O de otro modo, el bien común.
La difusión en la sociedad de la necesidad de la acción sindical y, por tanto, de la necesidad de agruparse para formar un contrapeso del poder económico en defensa de intereses legítimos profesionales, de una parte, y la difusión de los logros sociales del sindicato y de su imagen de intermediador en los conflictos de intereses dentro de las relaciones laborales, son tareas propias del mantenimiento de la estructura sindical. Hasta tal punto son esenciales estas tareas que su dejación lleva a la desaparición del sindicato.
No olvidemos, por último, que una sociedad es un cuerpo vivo donde cada órgano realiza una función necesaria para mantener la integridad de la vida del cuerpo. Aplicando este símil al sindicato, los órganos de ese cuerpo son sus miembros, a cada cual se le asigna un papel en él. Del cumplimento de exacto de los papeles, libremente aceptados por los afiliados, depende del funcionamiento del sindicato. Es necesario mantener la disciplina interna de ese funcionamiento: no es posible que en un organismo vivo el estómago quiera suplantar el papel del corazón, o este último el del cerebro; tampoco en el sindicato un grupo de miembros puede suplantar la función de otro sin producir disfunciones que lo pongan en peligro de muerte. Es, pues, necesario recalcar la necesidad de asumir los papeles libremente elegidos con voluntad real de representarlos. También, por mera prudencia, es necesario vigilar el ejercicio de las diversas funciones para mantener una disciplina de acción, libremente asumida, que garantice la homeostasis de este cuerpo social que lo constituye el sindicato.
Animémonos a poner por obra este ideario, si, de verdad, pretendemos contribuir a poner un poco más de justicia en las relaciones humanas, en concreto, en las laborales.
El sindicato profesional tiene vocación de liderar la mayoría social de los trabajadores en torno a un programa concreto y realista de reivindicaciones posibles. Sabe que la fuerza de una reivindicación esta ligada al porcentaje de asalariados que la apoyan y a la importancia o consideración que para la sociedad tenga la actividad desarrollada por estos.
La forma de aunar voluntades y ganarse la confianza de la mayoría para lograr su afiliación a un proyecto sindical se logra con la separación radical entre el ámbito personal y privado de creencias, ideas y formas de percibir las relaciones individuo-sociedad y el mundo de la actividad laboral y las relaciones laborales. De esta forma se garantiza que el compromiso con el sindicato se reduce a la defensa común de los intereses profesionales.
Siendo diversos los oficios y las actividades desarrolladas por los trabajadores y siendo habido grandes diferencias de unas otras no es de extraños que cada una de ellas tenga unos modos distintos de interrelación entre los que en ella y distintos grados de responsabilidad de unas a otras. Es conveniente, por ello, analizar las relaciones laborales de cada área de actividad separadamente, porque distintas son las problemáticas y distintas la naturaleza de los conflictos laborales. La organización del sindicato, si aspira a la eficiencia a de separar en su estructura interna los sectores de actividad y dedicar a cada uno de ellos un grupos de personas responsables de canalizar las reivindicaciones del sector.
Es prioritario para un sindicato profesional, al diseñar su estructura, saber distinguir de entre las diferencias existentes al comparar las relaciones laborales dentro de los distintos gremios, cuales son las que originan diferencias sustanciales tales que obliguen a un análisis separado del resto. Basándose a un discernimiento acertado de las diferencias el sindicato puede estructurarse con acierto por sectores de actividad. Notemos que el éxito de un sindicato profesional radica, justamente en esta estructuración por segmentos profesionales.
Superpuesta esta estructuración, la dispersión geográfica de los centros de trabajo y de los afiliados obliga a crear otra estructura de ámbitos territoriales. Esta otra estructura tiene, mas bien, carácter administrativo y soporta la burocracia (ordinariamente mínima) del sindicato.
La función esencial de la estructura sectorial de un sindicato es la de aunar los esfuerzos y estrategias reivindicativas en los asalariados (o al menos de los afiliados) de una área de actividad. E incluso, cuando en un mismo área se hay distintos oficios buscar la solidaridad y armonía entre las distintas profesiones para ayudarse mutuamente a mejorar las condiciones de trabajo, dentro del marco de lo posible y de lo razonable.
Aunque en toda organización social hay una estructura jerarquía y en los sindicatos, que también son organizaciones sociales, esta también es necesaria. Este principio de jerarquía en un sindicato profesional, que es una por naturaleza una asociación interpares, se basa en la autoridad ética de los dirigentes que les otorga la confianza del resto de sus compañeros. No puede ser de otra forma, porque la relación no es otra que la de sufrir un mismo tipo de conflictos y estar aunados en la voluntad común de solucionarlos.
Pero la eficiencia de la estructura no está solo en la confianza depositada en los rectores de la misma. Es necesario la preparación suficiente y la capacidad necesaria de los miembros de la jerarquía para ejercitar las funciones que les han sido encomendadas; esto es, para plantear y solucionar las reivindicaciones razonables y posibles con prudencia y oportunidad. Toda la actividad de la jerarquía se ha de realizar, siempre, con el mayor respeto a los principios inspiradores de los sindicatos profesionales, que es la única forma de mantener la confianza y cohesión del grupo de los afiliados.
Dinámica de los sindicatos profesionales.
Es ya momento de analizar el funcionamiento ordinario de los sindicatos profesionales, entendiendo por funcionamiento ordinario el desarrollo de su actividad organizativa y reivindicativa cotidiana. No vamos a realizar una historia de como han desarrollado sus actividades. Eso sería, quizás, lo más cómodo como análisis. Vamos a establecer el canon de funcionamiento más adecuado para satisfacer las expectativas de sus afiliados y de la sociedad a la vez de que aseguran la viabilidad futura de su proyecto, logrando la estima de la sociedad hacia su obra.
Analicemos, en primer lugar, la función socialmente necesaria del sindicato como canalizador de reivindicaciones.
Las tareas primarias de un sindicato profesional eficiente son: 1) el análisis objetivo de las relaciones laborales en los distintos ámbitos de la actividad laboral, 2) el discernimiento claro de lo que, dentro del contexto social en el que se desarrolla la tarea, puede ser considerado como injusto o lesivo para el asalariado y 3) la ponderación de los medios para resolver la situación conflictiva y de la oportunidad para la aplicación de los mismos.
Difícilmente se puede diagnosticar un daño sin un análisis externo del mismo, sin la subjetividad de juicio de quien no quiere ver más allá de sus intereses o egoísmos, o con los prejuicios de quienes quieren superponer su modelo social o su ideología a la realidad simple del conflicto. De ahí la necesidad de que el sindicato, que ha de actuar reivindicando soluciones, haga un diagnostico exacto de la situación conflictiva.
No siempre el conflicto surge por pretensiones legítimas. En ocasiones los egoísmos corporativista buscan ventajas socialmente injustas (piensen en las huelgas de pilotos, profesión bien considerada y mejor remunerada, como ejemplo de lo que antes hemos afirmado). Si el sindicato quiere obtener el máximo consenso social y con ello lograr mediar con la máxima eficacia en los conflictos de intereses laborales, es necesario que establezca claramente las situaciones de injusticia, de modo que cualquier individuo ajeno a la misma pueda mostrarse objetivamente de acuerdo.
Aún cuando las situaciones de injusticia existan no siempre se pueden aplicar los medios necesarios para subsanarlas. En ocasiones, hay que establecer prioridades en la resolución de las reivindicaciones, bien por que la sociedad no dispone de los medios necesarios para atenderlas, bien por evitar conflictos inmediatos entre distintos grupos profesionales, bien por poner en peligro la actividad económica del sector o de la sociedad.
La prudencia ha de actuar en el establecimiento de los calendarios de reivindicaciones y de los medios o modos que se han de emplear. Un ejemplo de inoportunidad en la acción lo han dado los sindicatos de clase con sus reivindicaciones -admitamos que justas- inoportunas durante la transición y en los años ochenta. Sus peticiones de cobertura social para los asalariados desembocaron en la ruina de muchas pequeñas y medianas empresas, creando con ello una importante bolsa de paro, como han reconocido algunos de sus dirigentes en privado o semipúblicamente. Hasta el punto que llego un momento en que los negociadores en los conflictos advertían a sus afiliados sobre los peligros de poner en riesgo la viabilidad de las empresas. En modo alguno puede un sindicato romper con su acción el equilibrio social sin daño para el bien común.
Las tareas primordiales antes enumeradas han de ir acompañadas de otras tareas complementarias. Parte de estas otras tareas se encaminan a la actuación y consecución de los fines reivindicativos del sindicato, mientras que otra parte de las mismas tiene por objeto el mantenimiento y cohesión de su propia estructura.
La acción negociadora, dialogante, flexible y no exenta de firmeza reivindicativa, es un distintivo esencia de los sindicatos profesionales. Su misión es la transacción entre los intereses en conflicto de asalariados y empleadores.
La acción intermediadora y, ocasionalmente, arbitral entre intereses contrapuestos de distintos gremios de asalariados, cuyo objeto es evitar las colisiones fratricidas de intereses entre los mismos trabajadores, es otra de las tareas -sumamente delicada- de la acción sindical.
Estas dos tareas pueden considerarse como ejes de la acción sindical, si a ellas unimos los esfuerzos encaminados a armonizar los intereses de los trabajadores con los intereses generales de la sociedad. O de otro modo, el bien común.
La difusión en la sociedad de la necesidad de la acción sindical y, por tanto, de la necesidad de agruparse para formar un contrapeso del poder económico en defensa de intereses legítimos profesionales, de una parte, y la difusión de los logros sociales del sindicato y de su imagen de intermediador en los conflictos de intereses dentro de las relaciones laborales, son tareas propias del mantenimiento de la estructura sindical. Hasta tal punto son esenciales estas tareas que su dejación lleva a la desaparición del sindicato.
No olvidemos, por último, que una sociedad es un cuerpo vivo donde cada órgano realiza una función necesaria para mantener la integridad de la vida del cuerpo. Aplicando este símil al sindicato, los órganos de ese cuerpo son sus miembros, a cada cual se le asigna un papel en él. Del cumplimento de exacto de los papeles, libremente aceptados por los afiliados, depende del funcionamiento del sindicato. Es necesario mantener la disciplina interna de ese funcionamiento: no es posible que en un organismo vivo el estómago quiera suplantar el papel del corazón, o este último el del cerebro; tampoco en el sindicato un grupo de miembros puede suplantar la función de otro sin producir disfunciones que lo pongan en peligro de muerte. Es, pues, necesario recalcar la necesidad de asumir los papeles libremente elegidos con voluntad real de representarlos. También, por mera prudencia, es necesario vigilar el ejercicio de las diversas funciones para mantener una disciplina de acción, libremente asumida, que garantice la homeostasis de este cuerpo social que lo constituye el sindicato.
Animémonos a poner por obra este ideario, si, de verdad, pretendemos contribuir a poner un poco más de justicia en las relaciones humanas, en concreto, en las laborales.