
Se dice que las custodias del fuego sagrado, que si se apagaba podía ocasionar desgracias para Roma, eran las vírgenes o sacerdotisas vestales. Éstas eran elegidas cuando tenían entre siete y diez años y no contaban con ningún defecto físico, ni ningún tipo de imperfección. Al principio, cuando las primeras vestales fueron elegidas por Eneas, éstas procedían de familia aristócrata, pero más tarde, cualquier niña hija de romanos que poseyeran una ocupación honrada podía llegar a serlo. La casa donde habitaban tenía el nombre de Aedes Vestae y era uno de los edificios más lujosos de Roma. Las vestales podían servir en el templo de la diosa del fuego durante treinta años: los primeros diez como discípulas, los siguientes como protectora de la llama y los últimos como tutoras de las vestales más jóvenes. Pasadas estas décadas, podían contraer matrimonio si así lo deseaban, aunque la mayoría de ellas prefería habitar allí, donde eran tratadas con el mayor cuidado y vivían rodeadas de lujo. Ellas debían permanecer siempre vírgenes, imitando el ejemplo de Vesta, quien nunca renunció a su pureza. Si una sacerdotisa no cumplía con sus votos, se la mataba de formas muy crueles.
Ahora va a resultar que eligieron el nombre a conciencia

