El comisario jefe de Asuntos Internos, Marcelino Martín-Blas Aranda, ha sido destituido este martes de su cargo. Con esta decisión el Ministerio del Interior, que dirige Jorge Fernández-Díaz, intenta cerrar la crisis abierta en la Policía con el enfrentamiento surgido entre ese profesional y el también comisario José Manuel Villarejo, un mando policial que siempre se ha movido en la sombra para investigar asuntos siempre delicados aunque con resultados desiguales. El comisario Villarejo también deja su puesto en la Dirección Adjunta Operativa y queda a la espera de destino.

Hay que recordar que este último acusó a la «cúpula política» del Cuerpo deordenar actividades irregulares en determinadas investigaciones, pero en su caso, sin embargo, no se han tomado de momento decisiones. No obstante, hay quien lo sitúa en un futuro próximo en el Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) que dirige el también comisario José Luis Oliveras, una persona de su confianza.

La decisión de Interior cierra en falso una crisis que, según todas las fuentes consultadas por ABC, nunca debió producirse y además ha perjudicado gravemente la imagen del Cuerpo. En la medida adoptada hoy ha tenido una especial relevancia, según fuentes de toda solvencia, la opinión del director Adjunto Operativo de la Policía, Eugenio Pino, quien primero no pudo controlar a sus subordinados para evitar que ese enfrentamiento trascendiera a la opinión pública y después ha optado claramente por quien ha desafiado con más claridad la autoridad dentro de la Instititución, que en este caso no ha sido otro que el comisario Villarejo. Pino alega pérdida de confianza en el ex jefe de Asuntos Internos, que pasa a formar parte del consejo asesor aunque en un futuro podría ser recuperado para un puesto de relevancia.

La excusa para que ese enfrentamiento entre los dos comisarios se produjera fue un informe de la Unidad de Asuntos Internos en el que se señalaba que alguien que «podría ser» el comisario Villarejo se había reunido en las instalaciones del Canal de Isabel II de Madrid con el «pequeño Nicolás». Aquel desliz fue aprovechado por el aludido para desatar una campaña mediática contra su compañero y, de paso, mandar un recado a las autoridades políticas de Interior, en particular de la Policía, en el sentido de que sabía que habían ordenado actuaciones irregulares en el marco de investigaciones tan sensibles como es la de la Gürtel.

Relevantes cargos policiales señalaron entonces a ABC que el pulso era de tal magnitud que solo cabía una opción: destituir a los dos profesionales, en un caso por el error cometido y en el otro por esas acusaciones contra sus jefes políticos que no ha demostrado. «Si solo cae el más débil, que en este caso es el jefe de Asuntos Internos, es legítimo pensar que el otro implicado tiene información comprometedora que podría poner en apuros a la cúpula del Ministerio», concluían. «Y esa es la peor de las opciones», algo se verá en su momento.

La personalidad y actividades dentro y fuera de la Policía del comisario Villarejo han sido objeto de un gran seguimiento mediático, lo que sin duda también puede comprometer algunas investigaciones muy delicadas en las que participa. De hecho, no son pocos los que consideran que esa excesiva exposición hace que su eficacia futura se vea seriamente comprometida.

La última polémica en la que se vio envuelto fue la de la grabación de su reunión con el presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio Gonzálezen la que se trató sobre la investigación del ático que tiene éste en Marbella. A esa cita acudió con otro comisario, Enrique García Castaño, de la Comisaría General de Información. El presidente madrileño nunca sospechó que había sido grabado en una cita provocada por uno de los policías.

Además ha sido polémica la inusual actividad empresarial del comisario Villarejo, que en su entorno se justifica por el hecho de que muchas de esas sociedades se utilizaban en investigaciones muy delicadas que afectaban a la seguridad nacional.

Fuente: ABC